LA LETRA EN LA IMAGEN: "EL GATOPARDO"

Visconti filma El gatopardo en 1962, solo unos años después de que viese la luz la novela del aristócrata escritor, una obra exquisita, elíptica y sugerente, llena de lirismo y melancólica expresividad, que ofrece una visión pesimista y desencantada de la existencia, la sociedad y la condición humana. La película es una de esas adaptaciones que, manteniendo la fidelidad a la obra original, posee una mirada propia, la de Visconti, que la diferencia de su referente literario. La película conserva la esencia melancólica del personaje y el retrato del espíritu decadente de su clase, en definitiva, lo elegíaco del relato, pero no comparte el pesimismo existencial del autor, aunque no por ello renuncia a reflejarlo. La visión de Visconti, que introdujo elementos autobiográficos, es menos trágica. Prueba de ello es que renunció a filmar los dos capítulos finales del libro, que redundan en afianzar aún más este sentimiento. Sin duda, la posición de uno al escribir el libro (al final de su vida) y del otro al realizar la película (en el cénit de su carrera), además de la influencia de otros factores sociales e ideológicos, fueron determinantes en este sutil cambio de perspectiva.

El gatopardo, Palma de Oro del Festival de Cannes y considerada una de las obras maestras del cineasta italiano, es puro cine viscontiniano. Deslumbrante y ampulosa en su puesta en escena, de ecos teatrales (la música original de Nino Rota y los fragmentos de ópera contribuyen a su tono operístico), el film destila en sus imágenes una esplendorosa elegancia, consecuencia natural de un esteta tan exigente como Visconti. Todo ello sin renunciar a un discurso político lucidamente crítico. La huella indeleble y profunda tanto de la novela como del film, hasta el punto que se ha acuñado el término “gatopardismo”, se condensa en la ya famosa y lapidaria frase : “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.