LA INFANCIA EN EL CINE

Con motivo de la publicación del libro colectivo Lo que nunca volverá: La infancia en el cine, que será presentado en La Filmoteca el miércoles 8 de febrero, programamos un ciclo compuesto por ocho películas reseñadas en la publicación. Son sin duda algunos de los títulos que, desde diferentes épocas y estilos, incluso desde el cine de animación, mejor han sabido aproximarse al universo infantil. Como afirma Santiago Alonso en la introducción del libro, “los espectadores podemos ser hombres o mujeres; ricos o pobres; europeos, africanos, asiáticos, americanos u oceánicos; afortunados o no en el amor o en las circunstancias de la vida; valientes o temerosos; optimistas o pesimistas; alegres o depresivos… pero todos hemos sido niños, lo que parece, sin duda, un motivo suficiente como para que a cualquier espectador se le active, en mayor o menor medida, el sentimiento de identificación con el protagonista infantil, algo que no le sucederá necesariamente con el resto de personajes”. Esa identificación con la mirada infantil se subraya en algún caso, además, a través de la puesta en escena, como en E.T., en la que Spielberg decide filmar con la cámara a la altura de los niños. ¿Situándonos a su lado, mirando con sus ojos, nos sorprenderá que las bicicletas puedan volar?

El fin de esa inocencia infantil es el tema de La noche del cazador, una rara avis en la historia del cine americano que narra en tono de fábula el choque entre el pensamiento mágico infantil y la crudeza del mundo adulto. Los olvidados y Viento en las velas adoptan puntos de vista más ambiguos sobre la infancia, cuestionando esa inocencia que se le presume. La película de Mackendrick muestra la energía anárquica de las niñas y niños que, como Emily o la irreverente Zazie, son capaces de poner el universo adulto patas arriba.

Pero si hay un niño icónico en el cine, ese es sin duda Antoine Doinel, alter ego de Truffaut que se empeñó en correr hasta el mar huyendo de una dura realidad marcada por la incomprensión adulta. El rostro del adolescente Jean-Pierre Léaud es historia del séptimo arte. Su mirada penetrante atraviesa la pantalla, como la de la niña Ana Torrent de El espíritu de la colmena. Y como la de Laia Artigas en Estiu 1993, quizás la mejor interpretación infantil del cine español desde la Ana de Torrent. Actrices y actores infantiles que nunca interpretan del todo, que conservan una frescura y una verdad que “nunca volverá” pero que las películas, por suerte, logran embalsamar para que, desde la butaca del cine, podamos ser niñas y niños de nuevo. Aunque sea por dos horas.