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València · 2009

Jaume I, amic i amat

Juanjo Prats. Prólogo de Antoni Tordera.

Teatres de la Generalitat Valenciana.
Idioma: Valenciano
ISBN: 978-84-482-5155-0
Signatura: LV628
Tipo de edición: Libros
Precio: 12,00€
Durante el año Jaime I se ha conmemorado el 800 cumpleaños del nacimiento del rey más emblemático para los valencianos. Las exposiciones, congresos y publicaciones se han sucedido a lo largo de nuestro territorio y nos han aportado puntos de vista inéditos del monarca y de su tarea como legislador, militar y político. Los estudiosos nos han dado muestras del alcance de la figura de Jaime I, y desde un punto de vista histórico, se han hecho muchos esfuerzos para difundir su figura. Pero, en mi imaginario, siempre rondaba la posibilidad de convertirlo en protagonista de ficción y, más en concreto, de una obra de teatro. La dramaturgia, históricamente, se ha ocupado de algunos monarcas que  han sido determinantes para su pueblo. ¿Por qué no hacerlo con nuestro rey?
 
 Esta fue una de las primeras motivaciones para afrontar un texto donde la figura de Jaime I sería fundamental. Siempre he pensado que Jaime I es un personaje que recoge todos los elementos de la épica clásica para acontecer protagonista literario de su propia epopeya, y el “Libro de los Hechos”  es una buena muestra donde se mezclan el hechos históricos y la leyenda.
 
La dimensión del personaje –casi mítica para los valencianos– es una gran tentación para cualquier género literario. Al escoger, pero, la escritura dramática, teníamos que tener en cuenta algunas consideraciones que ya Aristóteles dejó claro en su Poética, al apuntar que el cimientos de la tragedia estaban basados en la imitación hecha a través de personajes en acción. Esto me complicaba mucho la escritura del texto, porque no quería escenificar una crónica de la vida del rey.
 
Por lo tanto, si queríamos seguir con esta tarea, el primero que teníamos que hacer era romper con la perceptiva aristotélica y buscar otros modelos dramatúrgicos que pudieran acercarnos a nuestro objetivo, que quería reunir en lo obra elementos de la épica del personaje –tradicionalmente narrativos– con la poesía elegíaca y la acción propia del teatro.
 
 A simple vista, esto parecía una contradicción, porque tradicionalmente se han considerado radicalmente diferentes las formas para presentar una obra épica y otra de dramática. Pero este dilema, que ya se planteó el mismo Brecht al definir el teatro épico, se ha podido superar gracias a que la rigidez entre los géneros ha perdido vigor al escenario por la evolución de las dramaturgias contemporáneas. Estos elementos pueden convivir superando la dramaturgia aristotélica, como el mismo Brecht hizo, además contamos con las técnicas de puesta en escena modernas que nos ayudarán en esta tarea, y con esto, no quiero decir más presencia de tecnología al escenario, sino un alto grado de convención que nos permitirá hacer avanzar la acción mezclando los diálogos con información directa para el espectador, recurso que ya Brecht utilizó hábilmente en algunas de sus obras. El modelo dramatúrgico iba perfilándose.
 
Una vez clarificada la forma, la otra dificultad era de contenido, se trataba de la elección de los personajes que acompañarían el rey; nos interesaba navegar por caminos no demasiados trillados y después de estudiar varias posibilidades, nos interesamos especialmente por las mujeres que convivieron con el monarca, ellas nos dieron la clave del texto: serían las interlocutoras necesarias para acercarnos a un rey que ya la poesía de la época había mitificado; hacía falta, por lo tanto, humanizarlo. Jaime I sería el gran protagonista ausente, nunca lo veríamos al escenario, solo mediante sus mujeres tomará vida en el imaginario del espectador porque ahora la palabra era de las mujeres.
 
Pero la siguiente dificultad no tardó a llegar, habíamos dado la voz a unas mujeres que vivieron en una época en qué fueron silenciadas; las crónicas históricas apenas  hacen referencia, muchas de ellas tuvieron relaciones con el rey fuera del matrimonio, eran las amistades, que no siempre recibieron el reconocimiento que merecían. Había que adentrarse en el terreno de la ficción, como corresponde a una obra dramática. La documentación era presente, pero nos queríamos acercar al alma de las relaciones de unas mujeres que habían sido, en muchos casos, moneda de cambio en algunos pactos territoriales, o simplemente vehículo para obtener descendencia.
 
Nos zambullimos en los ideales del amor cortés medieval, en la poesía árabe del exilio, en definitiva, buscábamos voces que expresaron emociones y no solo batallas. Afortunadamente, las encontramos y fueron una gran fuente para ir construyendo su personalidad. Mujeres que se nos presentaban con sus deseos y sus frustraciones ante un rey que cambiaba según sus necesidades; cada una de ellas nos daba una visión del rey, poliédrica y compleja. Jaume empezaba a adquirir una dimensión desconocida ante el espectador, ahora los sentimiento son concretos, las reacciones comprensibles. La ambición, los celos, la infidelidad se mezclan con las conocidas virtudes de Jaime I. Escuchar estas mujeres proyecta una cierta luz sobre algunas de sus decisiones más polémicas y nos permite de descubrir hasta qué punto fueron importantes algunas de ellas. Hay quién dice que la partición del suyos riendas fue más fruto de los compromisos afectivos, que no de políticas que implicaron una cierta visión de estado.
 
En todo este trabajo, nos hemos plegado a las leyes teatrales y no a las otros disciplinas. Hacer teatro histórico no es una tarea sencilla porque, sin dejar de ser rigurosos con el personaje, tenemos que aportar un punto de vista poético que tenga coherencia al escenario y un valor propio al margen de los hechos históricos y, para conseguirlo, hay que mezclar la documentación académica y una cierta intuición.
 
La materia de la cual está hecha el teatro es diversa, y a veces contradictoria, porque nos gusta por igual el mito y la historia. El escenario tiene sus leyes propias y hace posible esta convivencia: bienvenidas sean las contradicciones, bienvenida sea la música para acompañar la palabra, bienvenida la poesía de los vencedores y de los vencidos, y bienvenidas todas las mujeres que acompañaron en Jaime I a lo largo de su vida y a quién tantas veces la historia ha quitado el protagonismo que tuvieron.
 
Hemos intentado humanizar el mito y que mejor que hacerlo con la complicidad de las mujeres. Nosotros hagamos ficción y, en nuestra propuesta, junto al rey conquistador y estadista, hemos encontrado un rey apasionado y noble, un rey que no siempre supo ser amigo, pero que fue muy estimado, así lo demuestra la impronta que dejó en sus compañeras.
 
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