CHANTAL AKERMAN: CARTOGRAFÍAS DEL VACÍO

El inesperado resultado de la encuesta realizada en 2022 por la revista Sight & Sound, que cada década pregunta a críticos de todo el mundo cuál es la mejor película de la historia, levantó ampollas al encumbrar como sucesora de Ciudadano Kane y Vértigo a Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles. Una obra cumbre del cine feminista –y del cine a secas– en la que, durante más de tres horas, observamos en detalle las tareas domésticas de una madre viuda.

Jeanne Dielman es un clásico moderno y la película que mejor condensa la mirada radical, en todos los sentidos, de Chantal Akerman. Radical es su reivindicación feminista, porque situar lo que se invisibiliza sistemáticamente –los cuidados y el trabajo doméstico– en el centro del relato tiene evidentes implicaciones ideológicas. Pero dichas implicaciones no tendrían la misma fuerza si no fueran acompañadas de la radicalidad estética que caracteriza al cine de Akerman, heredero de la vanguardia americana (Michael Snow, Jonas Mekas, Andy Warhol) y de la modernidad europea (Bresson, Dreyer, Godard). La obra de la cineasta belga, que roza el documental en sus películas de ficción y contamina de ficción sus documentales, tiene un personalísimo estilo que ha sido definido como “minimalista” o “hiperrealista”. Su puesta en escena alterna planos fijos con elocuentes travellings de seguimiento lateral. Tanto si el encuadre es estático como si está en movimiento, Akerman filma en plano-secuencia porque prioriza la duración de la acción, del gesto, del diálogo. No solo decide llevar a cabo el acto subversivo de filmar lo que cualquier cineasta dejaría fuera de la película, una mujer pelando patatas o empanando filetes, sino que lo filma frontalmente y prácticamente en tiempo real.

Los espacios también importan (y mucho) en el cine de Akerman. Su mirada de extranjera en News from Home ofrece uno de los mejores retratos de Nueva York jamás filmados. D’Est deja testimonio, atravesando en largos travellings las calles de ciudades de Europa del Este, de la desolación imperante tras la caída de la URSS. Pero gran parte de su cine transcurre en interiores. Pasillos de hotel y habitaciones. Camas que acogen la pereza, el desánimo, el sexo hetero, el sexo lésbico. Y, sobre todo, cocinas. Jeanne Dielman pasa buena parte de la película en una. La cocina como metonimia del espacio doméstico, entendida muchas veces como prisión femenina, está muy presente en su obra, que se abre (Saute ma ville) y se cierra (No Home Movie) en una cocina. En esta última conversa con su ya anciana madre, Natalia Akerman, judía polaca superviviente de Auschwitz que siempre ejerció una gran influencia sobre Chantal. Heredera del Holocausto y del exilio, el dolor y la melancolía atraviesan su vida y su cine, que a veces se confunden. “Mi propia historia está llena de vínculos perdidos, llena de vacíos”, afirmaba Akerman, que se suicidó a los 65 años en octubre de 2015, poco después del rodaje de ese testamento fílmico que es No Home Movie y del fallecimiento de su madre. Este ciclo pretende cartografiar algunos de esos vacíos y anhelos que, lastrando su vida, nutrieron la obra de la cineasta belga.