Edificio Rialto
Plaça de l'Ajuntament, 17 - 46002 València
Programación regular de la Filmoteca, de martes a domingo.
- Entrada general: 2,5€
- Abono 10 sesiones: 20€
- Tarifa reducida: Jóvenes hasta 30 años, Carnet de estudiante, Carnet Jove, Carnet Habitant del Rialto, Carnet FNAC, personas jubiladas, paradas y grupos de más de 10 personas: 1,5€
- Menuda Filmo: Entrada gratuita para menores de 14 años. Cada persona podrá sacar un máximo de seis entradas.
HORARIO TAQUILLA Venta de entradas 30 minutos antes de cada proyección para cualquiera de las sesiones del día.
Venta anticipada en taquilla.ivc.gva.es
La húngara Márta Mészáros es una de las directoras más importantes de Europa en la segunda mitad del siglo XX. Contemporánea de otras cineastas célebres de su momento con las que dialoga en temáticas, como la checa Věra Chytilová o la francesa Agnès Varda, fue la primera mujer en ganar el Oso de Oro de la Berlinale en 1975 por su filme Adopción. En tres años, también se haría con el premio de la crítica internacional en Cannes (por Nueve meses) y con la Concha de Plata de Donostia (por Como en casa). ¿Por qué entonces una directora que gozó de tal prestigio en su momento parece no ocupar la posición que se merece entre la cinefilia contemporánea?
Quizá la respuesta la tenga el polaco Andrej Wajda, quien en su libro Double Visions apuntaba que “las películas que se hacen en Europa del Este parecen generar poco o ningún interés en Occidente”. Él opina que, en un continente todavía dividido por bloques, las inquietudes de las antiguas repúblicas soviéticas y el modo de vida de sus sociedades (que Mészáros retrata con sumo cuidado y una gran capacidad crítica) no encontraban compresión en los países al otro lado del telón de acero. Quizá otra causa de este olvido pueda darla la propia cineasta. En conversación con la académica Catherine Portuges, explica cómo el comunismo se vanagloriaba de una igualdad entre hombres y mujeres, pero la realidad era que estas iban a la fábrica y después tenían un doble trabajo, en casa. El patriarcado no entendía de muros. El mismo patriarcado que no le permitió estudiar cine en Budapest, por lo que acabó yendo a la universidad en Moscú. Seguramente salió ganando, pues tuvo como profesores a grandes del cine soviético como Alexander Dovzhenko o Vsevolod Pudovkin y pasó por las mismas aulas que Otar Iosseliani, Kira Muratova, Serguéi Paradzhánov, Larisa Shepitko, Aleksandr Sokúrov o Andrei Tarkovsky. En definitiva, Mészáros ha sufrido a ojos de Occidente un doble estigma, el de ser directora del este y el de ser mujer. Siempre se esforzó por hacerse un hueco en una industria dominada por los hombres, y lo consiguió. Esta losa que la obligaba a luchar por una constante validación acabó por ser muy pesada a partir de los años noventa. Poco a poco su nombre cayó prácticamente en el olvido. Hasta la decisión del National Film Institute de Hungría de restaurar buena parte de su obra en los últimos años, lo que, unido al premio a su carrera que la Academia del Cine Europeo le concedió el año pasado, ha logrado ponerla de nuevo en el mapa.
Quien se acerque por primera vez al cine de Mészáros, descubrirá la visión de una realizadora siempre comprometida a documentar los cambios de su sociedad a través de la mirada y los sentimientos de mujeres que no se dejan amedrentar por las circunstancias. También se hallará ante un cine con ecos de la Nouvelle Vague francesa, pero en el que se intuyen además las influencias de su educación en el cine soviético. Haciendo gala de una exultante variedad de recursos cinematográficos, como cuidadas y originales perspectivas o precisos y epatantes movimientos de cámara, puede que haya dos constantes estéticas en su cine que destaquen sobre las demás: la inserción de lo real en estructuras de ficción y el mimo que atesora por los rostros. […] Rostros esculpidos por la condición de obrera, a veces ariscos, pero también monumentales, llenan la pantalla. El cine de Mészáros es siempre personal, pero al revelar cómo la esfera pública interfiere en la privada, su obra se vuelve profundamente crítica y marcadamente política. Lo real y lo ficcional se mezclan para ofrecer un retrato fidedigno de su sociedad. […] Estamos ante una cineasta incorruptible que se exigió una misión vital: “dejar constancia de forma honesta de la era que me ha tocado vivir”. Y lo hizo siempre, desplegando un rico lenguaje cinematográfico, desde una perspectiva femenina: “si interpretas mis películas de forma estrictamente política, ves que trato las relaciones de poder de forma muy diferente a como lo hacen los directores hombres”. Sus filmes son, en efecto, personales, políticos, honestos, feministas y auténticos. LOST & FOUND
Películas
Márta Mészáros · Hungría · 1984 · 109'
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