DEPURAR LA FORMA, CAPTURAR LA VIDA. INTEGRAL YASUJIRO OZU

Desde principios del otoño hasta bien entrado el invierno, La Filmoteca ofrece una retrospectiva completa de la obra conservada de Yasujiro Ozu, uno de los cineastas esenciales de la historia del cine. Pocos han logrado capturar la naturaleza humana, las emociones que mueven a las personas, de una forma tan constante, tan sutil y delicada. Quizás, en Estados Unidos, su admirado Ford. Entre sus paisanos, Hiroshi Shimizu y Mikio Naruse estuvieron cerca. Hoy en día, aunque hay muchos más, y Kore-eda parezca el más evidente opr los temas tratados, el principal heredero confeso de su formalismo humanista –por poner un nombre al estilo que comparten– es sin duda Aki Kaurismäki. Como Ozu, al que admira profundamente, en cada película va depurando una puesta en escena cada vez más minimalista y hierática –distanciada, nos atreveríamos a decir– con la que logra la milagrosa paradoja de acercarse cada vez más a las emoción pura, a los entresijos del alma humana. Ese era el único programa del cine de Ozu: “Lo que quiero plasmar es la humanidad, ese calor humano que me conmueve”. Vaya si lo logró. Y, si atendemos a la parte de su filmografía más conocida, la de los años cincuenta y sesenta, lo hizo filmando variaciones de los mismos temas: las relaciones entre padres e hijos, el choque entre tradición y modernidad, la melancolía por el paso del tiempo, la poética de lo cotidiano… A esta constancia temática se suma un estilo absolutamente reconocible y la presencia recurrente de algunos intérpretes (Chishu Ryu, Setsuko Hara, Kinuyo Tanaka, Haruko Sugimura, Kuniko Miyake...). No es de extrañar, pues, que el espectador poco atento pueda tener la sensación de que hacía siempre “la misma película”. Con total humildad, Ozu explicaba que esas eran las películas que sabía hacer y las que lo acercaban más a su objetivo: “No soy más que un pequeño productor de tofu. Si se pide a un pequeño productor de tofu que prepare un plato de curri, o unas costillas de cerdo empanadas, nunca conseguirá que le salgan bien”.

Sin embargo, este ciclo integral nos permite conocer más a fondo la obra de Ozu y desmentir al propio cineasta. La retrospectiva está programada, en la medida de lo posible, en orden cronológico. Así, durante el mes de octubre podrán verse sus primeros pasos en el cine mudo (que en Japón se alargó hasta bien entrados los años treinta). Aunque en muchas de estas películas se aprecia ya su talento, hasta Una mujer de Tokio Ozu no desarrolló el estilo que conocemos, con sus planos fijos, sus pillow shots, la cámara a la altura del tatami, la transgresión del raccord de mirada, etc. Antes de convertirse en un “productor de tofu”, hizo otro tipo de películas. Es interesante, por ejemplo, apreciar su faceta más cómica en Días de juventud o He suspendido pero, así como las influencias del cine de género americano en Caminad con optimismo o La mujer de esa noche.

Al goce cinéfilo que supone descubrir las películas menos conocidas del maestro Ozu –aunque muchas de ellas no han sido restauradas y se proyectarán con algunas huellas evidentes de sus casi cien años de existencia–, se suma el poder disfrutar de una de sus proyecciones con acompañamiento de piano en directo.

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